Personajes:
Ángela Paloma
Rosa Paloma
Dolores Paloma
Pichincha
En el espacio se encuentra una soga (para tender ropa) está posicionada de forma diagonal y cruza todo el escenario. Luces tenues iluminan la parte central del escenario y un foco especial en una silla de madera desvencijada. Es allí donde se encuentra sentado Pichincha, un hombre de mediana edad, con el cabello engominado hacia atrás y un bigote fino. Viste camisa blanca con los puños arremangados, pantalón oscuros de tela arrugada y zapatos gastados. Tiene en la mano un diario amarillento, que lee con gesto serio.
Luego aparece Ángela Paloma vestida con un body color piel y una falda del mismo color hasta las rodillas. Lleva en brazos un balde de chapa y una tabla de lavar del mismo material, con agua y jabón hasta la mitad. Su caminar es lento, resignado. Apenas cruza la mirada con Pichincha, pero él no le devuelve la atención y sigue leyendo. Ella se arrodilla en el suelo y comienza a lavar ropa con movimientos mecánicos.
Entran Rosa Paloma y Dolores Paloma vestidas con un body color piel. Además cada una lleva un balde idéntico al de Ángela Paloma. Rosa entra por la parte izquierda del escenario y Dolores por el lado derecho del escenario.
Ángela las mira por un momento. Luego Pichincha voltea y la mira solo a ella, después vuelve a quitar la mirada.
Rosa Paloma (mientras cuelga una pintura que sacó de su balde): Nos miró. ¿Viste? Nos miró como se mira una promesa. Como si el patio se achicara y el mundo se callara para vernos.
Dolores Paloma (mientras cuelga un guante de boxeo que sacó de su balde): Claro que nos miró. Siempre lo hace. Siempre… antes de apretar fuerte (Mira fijo a la Ángela Paloma). ¿No te acordás de tu pasado?
(Ángela Paloma se levanta y se dirige hacia donde están las otras Palomas, pero antes de llegar resbala con la espuma y se cae, mira a Pichincha. Él baja el diario, lentamente).
Pichincha (sin emoción, solo le habla a Ángela Paloma): Siempre estás lavando. Como si el jabón pudiera salvarte. Como si el agua te hiciera inocente. Pero la mugre del pasado no se va… (Ella no contesta. Se acomoda y sigue lavando prendas).
Rosa Paloma (mientras cuelga una sábana blanca con una mancha de color rojo en el centro): No nos dijo nada. Pero nos lo dijo todo. Está celoso. De los que nos silban, de los que nos siguen.
Dolores Paloma (mientras cuelga un cierre de cartuchera): No está celoso. Está midiendo. Cuánto más aguantamos. Qué tan callada somos.
Pichincha (mirando a Ángela Paloma directamente): No tenés otra cosa que hacer que pasearte por acá. Con ese balde. Como si no supieras lo que despertás.
(Ángela Paloma se queda quieta. Mira al piso. No responde.)
Rosa Paloma (colgando una cinta de medir): Decile que sí. Que es para él. Todo esto. Que lo hacemos por él.
Dolores Paloma (mientras cuelga un cinturón negro): Si le decís que sí, nunca más vamos a poder decir que no. Y cuando nos duela, nadie nos va a creer. Van a decir: “Ella siempre lo provocó”.
(Ángela Paloma se queda quieta con las manos en el balde, Pichincha se levanta de su silla. Camina hacia ella. Despacio. Se para detrás. No la toca.)
Pichincha: Te vas a mojar, Paloma. Te vas a helar por dentro, y nadie va a traer abrigo. ¿Querés que te de un calor que no se consigue con leña?
(Ángela Paloma no responde. Sólo lo mira).
Rosa Paloma (Casi gritando. Mientras deja el balde en el suelo y cuelga una cadena de hierro): ¡Decile que sí! ¡Que nos abrace! ¡Que nos proteja!
Dolores Paloma (Gritando también. Mientras deja su balde en el suelo y toma el otro extremo de la cadena y la cuelga también):¡Decile que no! ¡Que nos deje en paz! ¡Que no queremos su sombra encima!
(Las tres Palomas quedan mirando a Pichincha . Él observa a Ángela Paloma , confundido. Como si no entendiera por qué actúa así). (Pausa).
Pichincha: No sabés lo que querés. Y el jabón tampoco. Frotás, enjuagás, colgás… como si el agua pudiera lavarte las dudas. Pero hay manchas, Paloma, que no salen con nada. Ni aunque llorés encima.
En ese momento las dos Palomas (de celeste y negro) se quedan inmóviles, mirando la situación. Al tiempo Ángela Paloma toma del balde una muñeca de trapo mojada, a la vez que se para y extiende la muñeca a Pichincha.
Ángela Paloma: ¿Y vos? ¿Por qué no me decís lo que querés? ¿O todavía no lo sabés?
(Pichincha la mira. Da un paso hacia ella, con voz temblada, contenida).
Pichincha: Yo sé… Sé que estás manchada, Paloma. Sé que te asusta que el agua no te limpie. Tu nombre suena sucio en las bocas del barrio, tu sombra se mezcla con la mugre. Y yo… yo no puedo mancharme más.
(Silencio. Ángela Paloma baja la muñeca, lo observa fijo, con calma).
Ángela Paloma: No es la mugre lo que te asusta. Es el espejo. Te da miedo mirarte y ver que sos igual que yo.
Eso te pasa, Pichincha… Tenés miedo.
(Pichincha no responde, se asusta y se va).
(Ángela Paloma se queda en el centro , mientras abraza a la muñeca. Rosa Paloma se arrodilla en el suelo llorando mientras Dolores Paloma apoya las manos en sus hombros)
(Apagón)
FIN
Nota de la puesta
Esta obra es una reversión en clave posmoderna de un clásico del teatro. La acción se desarrolla en un espacio que evoca el patio de un conventillo, pero atravesado por elementos extraños, cargados de simbolismo y descontextualización, que invitan a releer el material original desde nuevas perspectivas.
