Revista de la Escuela Provincial de Teatro y Títeres de Rosario Nº 5029

Sentados al cordón del escenario

Este texto forma parte de un futuro libro sobre la experiencia del autor en el campo del teatro físico y la pantomina. A modo de adelanto, se transcribe aquí un fragmentoA modo de introducción o de prólogo…

Hola, creo que este es el tercer o cuarto intento de garabatear de alguna forma lo que se supone que he aprendido en 40 años de experiencia sobre las tablas y fuera de ellas. Me refiero a la calle, en las escuelas, en los barrios o en cualquier espacio donde he encontrado un resquicio. Y la verdad es que sigo sin tener la menor idea de cómo encarar esto que estoy escribiendo…

Así que voy a hacer lo que hago siempre.

Dar vueltas sobre las cosas hasta encontrar la punta de la madeja.

Tal vez poco importe de dónde vengo y poco aporte saber que mi vieja cantaba todo el día soñando ser cantante de tangos y boleros (censurada por supuesto por los mandatos patriarcales), o saber de un tío abuelo actor, galán de cine (según me han dicho), o tener la dicha de haber compartido parte de mi vida con un tío orfebre que las tardes de verano jugaba a ser titiritero y acróbata (muy bueno si me preguntan). Y una modista de alta costura (que hacía los mejores vestuarios) y la oveja negra de la familia… mi tía materna, conocida como “La negra Viera”, quien fuera la que me introdujera a una tierna edad en estas lides. Ex integrante del grupo Litoral junto a Norberto Campos, Gladys y Mabel Temporelli, Horacio Gorodischer y Cristina Prates entre otres… Tal vez, sin todas estas piezas del rompecabezas otra hubiera sido la historia. Pero… vaya uno a saber.

Se podría decir, entonces, que mi primera formación es estrictamente de un teatro clásico (o no tanto) si es que tengo que rotularlo.

La rebeldía de la adolescencia me llevó hacia el rock y el rock al blues, aprovechando infinitas horas de teoría, solfeo y guitarra clásica de mi infancia. Sumando a todo esto, una rara curiosidad por la física, la electrónica y la informática (mis segundos oficios).

Que tiene que ver esto con el teatro físico, la pantomima y su enseñanza se preguntarán ustedes?

Todo…

Todo lo que nos constituye es material susceptible como herramienta creativa y pedagógica. Y cuando digo todo, es todo. Zapatero/a/e, taxista/e, vendedor/a/e, albañil/a/e, cocinero/a/e, cuidacoches, changarín, estudiante, pasante de la NASA o abogado/a en derecho constitucional.

Todo conlleva un conocimiento, una sapiencia transmutable y les desafío a que le busquen la vuelta.

Si estamos todos, pongamos los fideos…

La premisa de este escrito es tener un registro, tal vez una guía de ejercicios… una brújula. Hilvanar algunos datos históricos que ayuden o posibiliten el aprendizaje de este oficio, en mi caso el teatro físico y algo de pantomima. Ojo! No intenta ser un manual de pantomima.

Algunas cosas pueden parecerles extremadamente básicas, conocidas, manidas y otras traídas de los pelos. Pero todas y cada una de ellas me han traído por un recorrido por más de satisfactorio.

Ya se habrán dado cuenta (o lo harán) que mi escritura es coloquial, para nada académica, sintagmáticamente incorrecta, con molestos apartes, plagada de neologismos y que a veces es difícil seguirla, que hay que releer (eso me han dicho). Pero entiendan, intento situarnos “sentados al cordón del escenario”. Déjense llevar…

Arrancamos:

Tal vez debería precisar que es “teatro físico”, les dejo un aparte.

En la imagen de esta página, Ariel Armoa actúa en la obra para niños “Una de julepe” de 1995 junto al grupo de teatro popular El Tábano de Rosario (Foto: Mónica Parra).

Teatro físico o gestual

El teatro físico o gestual es todo aquel que puede (o no) prescindir de la palabra. Por ejemplo: danza (todo tipo y forma), acrobacia, magia, clown, payaso (que para mí no es lo mismo), artes marciales, catch, títeres, mimo, etc. Obviamente, estamos hablando de un amplio espectro de las artes escénicas.

¿Por qué teatro físico?

Mi hija diría… “es todo lo que está bien en la vida”.

Un tanto exagerada… pero es, sin lugar a dudas, una forma universal e imprescindible para quienes quieran comunicarse de corazón a corazón.

Primero lo primero. La historia. Sin ella, sin saber de dónde venimos, es difícil saber a dónde se va.

Lo más importante de esta parte, creo que es tomar conciencia del momento histórico, social, político y económico en que se desarrolla esta tarea. Es importante saber dónde estamos parados (o donde estuvieron los que trabajaron la materia es su momento y lugar).

A ver si me explico.

No se puede hacer Briosh, aún siguiendo la receta original y al pié de la letra y esperar que nos salga igual que al panadero ruso que vive en San Petersburgo a la vera del mar Báltico, con diez grados bajo cero y una humedad del 90 %… Porque el trigo con que se hizo la harina, no creció en las mismas condiciones que nuestro trigo, porque el salobre del aire del mar Báltico no es el mismo al de nuestras costas, porque el agua es distinta, porque la vaca que brindó la leche se alimentó de distintas pasturas, porque…

Y así y todo, si le ponemos empeño, amor, paciencia y el tiempo necesario de horno… podremos disfrutar de un put… (perdón), de un “buen” pan de hamburguesa.

Vamos a lo nuestro: El teatro físico en nuestras latitudes, a la sazón la pantomima, tiene sus propias características (como cornudo el pan de hamburguesa antes mencionado).

En el desarrollo de toda disciplina se conjugan muchos factores. Los culturales, los sociales, los políticos, los económicos y los históricos fundamentalmente. Y es aquí donde no podemos dejar de lado los acontecimientos, no solo de Argentina si no, de todo el cono sur.

Y no sólo me refiero a los innumerables Golpes de Estado que ha sufrido nuestra pobre parcela de tierra con una ignorancia supina, prohibiendo a Chejov, a Stanislavski, a Meyerhold o a libros que se intitulaban “La cuba electrolítica”. Si no mucho antes en el tiempo.

Del teatro pre-hispánico… no quedó nada. Salvo algunas expresiones mayas, incas y aztecas.

Cabe destacar que no todas las culturas separan arte, vida y religiosidad como nosotros lo hacemos. Esto también contribuyó y contribuye a la inexistencia de registros.

Si nos centramos en el Río de la Plata y más cercano a nuestra historia, no mejora la cosa. El Teatro y Circo Criollo existió con una raigambre popular innegable. Pero en las marquesinas sólo figuraba Moliere, compañías españolas y hasta los dramas nativos eran traducidos al italiano para ser representados por elencos extranjeros.

Hasta acá nada nuevo bajo el sol, dirán ustedes… ¿Y dónde está la conexión con el teatro físico y la pantomima? Justamente en el Teatro y Circo Criollo. En 1866 se estrena la obra pantomímica “Juan Moreira” en su primera versión, de la mano de los hermanos Podestá, que contaba con una inusual técnica de sombras proyectada por las candilejas del escenario sobre un gran fondo blanco. Se dice que esta particular puesta se debió a un hecho fortuito y que los espectadores quedaron maravillados al ver esas sombras gigantescas en las lonas del circo (pantomima y teatro de sombras. Chupáte esa mandarina!). Técnicas (por supuesto) perdidas en el olvido. Los hermanos Podestá, una familia de gimnastas, acróbatas, trapecistas y jinetes, a lo que se sumaban los recursos del canto, la guitarra y el baile. Mixtura, recuerden esta palabra. Mixtura.

“Todo conlleva un conocimiento, una sapiencia transmutable”. ¿Se acuerdan de este párrafo? Mixtura.

Cómo llegamos a donde llegamos

Acá me encuentro ante una encrucijada. Podría tomar el sendero de la Comedia del Arte, que llegó a nuestras tierras de la mano de la inmigración. Y que se vio expresada con sus propias características en el Circo Criollo. O de las influencias destacadas de Charles Spencer Chaplin y Joseph Frank «Buster» Keaton y sus filmografías en la década de los años 20, o la indudable aparición en escena del maestro Marcel Marceau en la década del 50. Sin olvidar los vestigios del trabajo de Meyerhold, las raíces del Kabuki, del Nō, del Bunraku y de tantos otros. Sin menospreciar el aporte de maestros más contemporáneos.

Ahora bien. Teniendo todo esto en mente, permítanme ser pupocentrista.

Al igual que tantos mimos y practicantes del teatro físico dentro del Teatro Popular. (Ya llegará el momento de definir esto de “Teatro Popular”).

Década del ´80. Argentina. Advenimiento de la democracia luego de años de censura, proscripciones y desapariciones de la mano de una dictadura cívico, militar y eclesiástica salvaje. Por un lado, pequeñas redes se tejían bajo el asedio de fuerzas paramilitares remanentes (al menos eso se decía). Pequeños centros culturales se abrían por doquier, cines club, bibliotecas, cooperativas… Estaban las Madres, siempre pujando… Sería extensísimo narrarles los pequeños y colosales objetivos que cada una de estas instituciones se habían propuesto. Del que nunca me voy a olvidar es el de Ofelia, una bibliotecaria de barrio Belgrano. “Los chicos tienen que conocer… tienen que saber la teoría de conjuntos de Cantor…” (Teoría prohibida de enseñar en las escuelas durante la dictadura) “Porque es más que matemáticas, te abre la cabeza, te abre el corazón, te abre la vida…”

Las organizaciones sindicales y partidos políticos (diezmados en sus filas, después de más de un lustro de asesinatos y persecuciones), con altos niveles de descreimientos (internos y populares), bullían en internas salvajes mientras intentaban dar imágenes sólidas.

A la par, en los quioscos de diarios podían verse revistas con desnudos, que otrora estaban ocultas, simplemente vedadas en “partes”, con un plástico negro semitransparente a los ojos de todos, “el destape”, anunciaban los principales medios de comunicación. Del mismo modo, las vedettes, antes confinadas a los teatros de revistas, comenzaban a salir en TV con poquísima ropa. Todo esto creaba un caldo de cultivo, y algunas otras cosas más, como para que el tema de discusión del día, impuesto por la agenda mediática, sean las homilías de tal obispo sobre quien mostró más la teta o quien le puso los cuernos a quien, de tal vedette con tal o cual dirigente sindical o político.

¿Ingredientes casuales? ¿Causales?

Pero todo no era negro, o lo es (busquen el paralelismo cuando lean esto o cuando gusten). Juntamente a esto, o por debajo o al costado, un montón de gente, algunas agrupadas y otras sueltas, buscaban nuevos horizontes. Una tarea ímproba, cuando en aquella época eran perseguidos por los fantasmas (algunos no tan fantasmas) de los “servicios (policías o militares infiltrados)”. Una búsqueda incesante dentro del arte y la cultura, una búsqueda interminable junto con su forma de transmitirla.

¿Por qué? Porque gran parte de ella se había perdido.

No! Perdido, no… no encuentro el vocablo certero y no me atrevo a decir desaparecido. Porque desaparecen las personas. Las instituciones, la cultura y el arte que late dentro de ella no desaparece. Ni siquiera borrando un pueblo se borra completamente una cultura. El Pueblo Guaraní fue diezmado, violado en sus creencias más profundas, adoctrinado a tal punto que los Jesuitas tuvieron que designar campanadas nocturnas para que los guaraníes cumplieran con sus deberes conyugales. Porque no se reproducían. Y cientos de aberraciones que no vienen al caso. Pero hoy, todes tomamos mate, como los guaraníes lo hacían. Para muestra basta un botón. La tarea era y es, sin dudas, reconstruir. Juntar los pedacitos esparcidos de cultura, de conocimientos, de datos, barajar y dar de nuevo.

Alguien pateó la mesa y se llevó a algunos jugadores importantes. Éramos pocos (¿o no tan pocos?), los que nos reconocimos, nos conocimos y quienes nos acercamos a la mesa a jugar.

“Acá hace falta gente… siempre hace falta gente. O tempo não para… El tiempo no para y se lleva todo puesto, hay que aprender a enseñar compañeros… a-pren-di-za-je…”, decía un compañero de Brasil (cuyo nombre se me escapa) en un Encuentro Latinoamericano de Teatro Popular. Y cuando decimos aprendizaje, no solo nos referimos a los que tienen la tarea de aprehender, de asir, agarrar, sujetar, atrapar, apresar, capturar conocimientos… Enseñando se aprende, de participantes y pares.

«Es enseñando como puedo continuar mi investigación sobre el conocimiento. Es enseñando cuando mejor comprendo cómo ’eso’ se mueve. Es enseñando como he descubierto que el cuerpo sabe cosas que la cabeza no sabe todavía». Decía Jacques Lecoq, que no era ningún boludo.

Y como frutilla del postre, el aprendizaje mis querides… “es” sin lugar a dudas un trabajo co-lec-ti-vo.

Si no, es taxi o bicicleta.

El taxi es caro y la bicicleta es lenta… y encima, en taxi y en bicicleta… “viajan” pocos.

Perdón… Y no me excuso por estos pensamientos. Si no porque me alejé un poco del tema.

“Década del 80. Argentina. Advenimiento de la democracia luego de años de censura”, decía…

Cientos de cosas que se agolpaban en la garganta y en el

cuerpo y que pujaban por salir. Y un público ávido que se juntaba en ronda callejera para ver y escuchar lo que el artista tenía para contar.

Sí. A mi entender, el punto de inflexión aparece cuando el mimo abandona el espacio “under” o la sala y sale a la calle. ¿Algo nuevo? No, para nada… La agrupación Mimo contemporáneo ya había enfrentado este dilema en la década del 70 (pero ya hablaremos de ellos en su momento).

Retomo: …el mimo sale a la calle… y es aquí donde se funda la escuela rectora que redefinió una de las ramas (o formas expresivas) de la pantomima, y que los puristas degradaron en cierta forma a “teatro físico”.

Bien. Traduzco (o mejor dicho, aclaro). La pantomima en Europa se desarrolló dentro de un marco distinto al nuestro por factores culturales, sociales, políticos, etc, etc, etc… (como es de suponer) y si bien ese conocimiento llega a Latinoamérica y se cultiva tal cual, al enfrentarse con el público de calle post dictadura, choca con la realidad. La pantomima que todes conocemos, o mejor dicho, la pantomima que la mayoría conoce, está ligada a la danza clásica, por los trabajos e influencia de Marceu, Decroux, Barrault, Renaud, entre otres. Si nos detenemos un segundo en los apellidos, son todos franchutes.

No tengo nada contra los franceses. ¿Pero es que no se hizo nada en ningún lugar del mundo? ¿Podrían creerlo? Es como pensar que el único sistema operativo de computadoras es Windows. ¿Acaso los rusos no llegaron al espacio? ¿Qué? ¿Lo hicieron con ábacos? Dejémoslo ahí.

Meyerhold. Vsévolod Meyerhold antes de que naciera Marcel Marceau… y es más, cuando Étienne Decroux (maestro de Marceu) empezaba a estudiar movimientos en la escuela de Copeau (retengan este nombre), Meyerhold (decía) ya había creado las bases de un teatro físico mixturando (de nuevo la palabrita ) las artes circenses y observando al trabajador proletario. Y antes de él (perdón el salto salvaje), la Comedia del Arte. Teatro físico en su máxima expresión. Y antes de eso (otro salvajismo) a miles de kilómetros y cientos de años atrás, el teatro Nō, el kyōgen, el Kabuki, el Bunraku. Y miles de años antes de esto, se dice (y yo lo creo), en ronda junto al fuego, antes de la palabra escrita, los ancianos imitando animales y las técnicas de caza, enseñando a los más pequeños los peligros y cuidados.

Es inverosímil que miles de civilizaciones alrededor del mundo no hayan desarrollado un lenguaje sensible en lo corporal, que tal vez no llamen con tantas ínfulas como Teatro Físico.

Si hablamos de foráneos (no franchutes), excepciones hay. Y no son pocas. Keaton, Chaplin, Laurel (Stan) y Barba (Eugenio) son sus mayores exponentes (o más renombrados. Seguro hay otros que desconozco). Los tres primeros provenientes del vodevil y de la comedia inglesa y el último de su mixtura, entre otras cosas, con el Kathakali (una danza – teatro del sur de la India).

Y lo más cercano y olvidado, no porque su nombre nos sea esquivo, si no porque su trabajo y su técnica ha sido borrada de un plumazo. El uruguayo José Podestá. Creador del legendario Pepino el 88, que junto a sus hermanos (ya se los había comentado) marcan el nacimiento del Circo Criollo. Primera parte de circo y segunda de teatro.

Ah!, no sé. A mí no me pregunten, la última vez que vi, habíamos vencido a los invasores en 1807.

Perdón. Otra vez me fui al carajo. Es una pena que no estén presentes para pararme el carro. Retomo.

La pantomima que todes conocemos, está ligada a la danza clásica, decía. Con sus tiempos, poses, figuras y una preponderancia de la cuarta pared y que al enfrentarse con el público de calle post dictadura (decía), choca con la realidad y hace agua por todos lados. Por muchos aspectos. Les mimes se encontraban en un espacio circular o semicircular, sin luces, sin sonido y si bien el silencio y el respeto por el trabajo eran increíbles (propio de una sociedad que recién empezaba a transitar el Estado de Derecho), la cantidad de gente que se reunía, sumado a la cercanía del público, producían un agobio particular a quienes estaban acostumbrades a trabajar la cuarta pared.

Pero esto no es todo, al formarse el corro (círculo alrededor del artista), quienes ocupaban el tercer o cuarto lugar en el anillo de espectadores, no podían ver más que de la cintura para arriba (con suerte). Esto planteó varios desafíos: romper la cuarta pared, trabajar con más de un frente, desarrollar técnicas y estéticas que no involucren en demasía al piso o por debajo del cinturón y dramaturgias cortas, concisas y fundamentalmente con humor. Todo… a la velocidad del videoclip. El lenguaje imperante por aquellos días.

No todes les mimes aceptaron el desafío. Los que nos embarcamos, aprendimos a los palos. Robando (o “copyleft”, como a un amigo le gusta decir) un poquito de acá, otro de allá. Mixturando clown, acrobacias, malabares, murga. Estudiando mucho a los grandes maestros de antaño. Las raíces de la cosa. Y embebiéndonos en esas técnicas nuevas del Teatro Popular y Callejero.

Mi gran maestro? Haber formado parte del Grupo de Teatro Popular El Tábano a quien le debo gran parte de mi aprendizaje.

El Tábano… debería dedicarle un apartado especial. O mejor un escrito. Veremos.

La hora de los bifes

A partir de acá, intentaré marcar pautas y describir ejercicios que me fueron útiles en el aprendizaje y la enseñanza de mi oficio y algunos consejos… para que no mueran en el intento.

Empecemos por lo más sencillo.