Escena I:
Carta del señor Lisandro de la Torre dirigida a la Convención Nacional del Radicalismo:
-El Partido Radical ha tenido en su seno una influencia hostil y perturbadora, la del señor Hipólito Yrigoyen, influencia oculta y perseverante que ha operado lo mismo antes y después de la muerte del Doctor Alem, que destruye en estos instantes la gran política de la coalición, anteponiendo los intereses del país y a los intereses del partido, sentimientos pequeños e impensados. Tengo la persuasión de no decir en todo esto nada que no conozcan los señores convencionales. Como el Sr. Hipólito Irigoyen no obra sino por intermediarios, no ha sido siempre fácil caracterizar directamente en él la responsabilidad de intrigas que se ejecutaban por su orden. Esto ha evitado el escándalo y lo que el partido conoce, no lo conoce el público, un espíritu de solidaridad explicable, ha hecho que todos ocultáramos esta vergüenza doméstica y además, algunos sinceramente empeñados, abrigábamos la ilusión de atraer a la obra común esta fuerza con calidades de acción indudables, desperdiciadas en el afán obscuro de un proselitismo personal sin horizonte.
No estoy dispuesto a contribuir más con mi modesto esfuerzo a la acción de un partido que, siendo impotente para realizar los objetivos que una inmensa mayoría sostiene y aplaude, solo sirve para que el Sr. Hipólito Yrigoyen cubra con el prestigio de vinculaciones nacionales su obra estrecha y personalista.
Clausurar la convención, como se proyecta, sin extirpar de raíz esta causa permanente de choque, de intrigas y de anarquía es decretar a sabiendas la impotencia para el futuro. A eso no me resigno.
Estos últimos días hemos visto con espanto, la inconsciencia morbosa que invadía al espíritu público -hemos visto por todas partes vacilaciones, egoísmos, defecciones increíbles, toda la resaca moral que disgusta de la vida y yo saco esta consecuencia: merecemos a Roca”.
Carta del señor Hipólito Yrigoyen publicada por el diario La Prensa el 20 de Agosto de 1897
-He recibido en el seno de mi hogar la calamitosa noticia de que el Señor De la Torre ha presentado su renuncia al Partido Radical, no sin antes querer manchar mi honor. No sólo estoy seguro de que debe arrepentirse de sus dichos sino que además seré yo quien lo obligue a hacerlo. El radicalismo seguirá su ritmo, sin que lo abata ni la adversidad ni la persecución, ni el odio ni la maldad humana. Le dimos forma y está ahí, pujante y vigoroso, en marcha ascensional, por eso no voy a permitir que se me ofenda de esta manera, alegando que solo pienso en pequeñeces para nuestro partido. Estoy convencido de que en lo físico, como en lo moral, muere lo que ya cumplió su misión, lo estático; vive lo dinámico, lo que se nutre en la evolución de la sociedad y de la especie y ese es el Radicalismo. Por eso señor Lisandro De la Torre lo invito a que retire sus palabras.
Carta de Lisandro de la Torre publicada por el diario La prensa el 21 de Agosto de 1897
-Señor Hipólito Yrigoyen las palabras que cité en mi renuncia son las más sinceras que logré expresar, como así también las menos ofensivas posibles; ya que en ellas intenté no mencionar su historial y su relación en la “muerte” de su tío Leandro L. Alem ¿o acaso las palabras que dejó en su testamento político no le parecen dirigidas a usted? Dice Alem He terminado mi carrera, he concluido mi misión… Para vivir estéril, inútil y deprimido, es preferible morir. ¡Sí! que se rompa pero que no se doble. He luchado de una manera indecible en estos últimos tiempos, pero mis fuerzas —tal vez gastadas ya— han sido incapaces para detener la montaña…¡y la montaña me aplastó…!¡Ah! Cuánto bien ha podido hacer este partido si no hubiesen promediado ciertas causas y ciertos factores… ¡No importa!.
Hágase cargo y acepte mi renuncia sin más, si es que aún le queda un poco de respeto por usted mismo.
Carta de Yrigoyen al señor De la Torre enviada a su domicilio.
-Señor Lisandro de la Torre, usted ha incurrido en la más resonante de las ofensas hacia mi persona, ha utilizado información falsa y ha saltado varias cuestiones imperdonables. Yo vine al movimiento nacional con mi cerebro caldeado en la inculcación de un ensueño infinitamente superior e irreductible, y con mi alma inflamada hacia todas las justas y legítimas grandezas de mi Patria. En ese propósito santo y puro, que he mantenido incólume, está toda la savia de mi vida. Es por eso que lo cito, si es que tiene el valor y la hombría a batirnos a duelo en nombre del honor el día 6 de septiembre frente a los galpones portuarios Catalinas del Sur, le pido envíe su confirmación y para que vea cuán grande es mi convicción por mis ideales, lo dejaré elegir de qué manera quiere llevar a cabo el mencionado duelo. Serán testigos del mismo los señores Tomás Valle y Marcelo Torcuato de Alvear.
Telegrama en respuesta al duelo.
-Acepto, será con esgrima. Designaré a los señores Carlos Rodríguez Larreta y Carlos Gómez como mis padrinos y jueces del acto.
Escena II:
Hipólito Yrigoyen y su Entrenador haciendo esgrima
Entrenador: Vamos Don Hipólito, no me afloje ahora que falta la parte más importante.
Hipólito: Pero dígame usted, no podía elegir las piñas o el revólver, hasta en esto me la tiene que complicar.
Entrenador: 10 sentadillas más señor, no piense en eso ahora.
Hipólito: Mirá muchachito si yo no pienso en los dichos de ese felón, no te hago ni una estocada.
Entrenador: Y disculpe, pero ¿se puede saber qué es eso tan grave que dijo de usted en esa carta? Porque hasta el momento no ha mencionado nada.
Hipólito: (saca una carta del bolsillo) «El Partido Radical ha tenido en su seno una influencia hostil y perturbadora, la del señor Hipólito Yrigoyen, influencia oculta y perseverante que ha operado lo mismo antes y después de la muerte del Doctor Alem, que destruye en estos instantes la gran política de la coalición, anteponiendo los intereses del país y a los intereses del partido, sentimientos pequeños e impensados”
Entrenador: Perturbado va a quedar ese inservible, después de la batalla que le vamos a dar.
Hipólito: Si quiere conocerme en batalla, me conocerá.
Entrenador: Yo pienso lo mismo que usted. Cuerpo tierra, 10 flexiones ahora.
Lisandro: Treinta, treintaiuno, treinta y dos, treinta y tres, treinta y cuatro, treinta y cinco.
Entrenador: Muy bien señor ya lo tenemos, creo que no hay muchas vueltas que darle.
Lisandro: No veo la hora de que llegue el día y así poder demostrarle cuantos pares son tres botas.
Entrenador: Estoy seguro de que el duelo va a durar muy poco, lo veo en muy mal estado físico al señor Yrigoyen.
Lisandro: Seguramente ha de estar entrenándose día y noche, pero ni así creo que logre vencerme. ¿Sabe qué? Debería ponerme hoy mismo a redactar la carta que publicaré en el diario luego de mi victoria.
Entrenador: Comparto absolutamente su idea señor, lo libero en este momento así puede escribir tranquilo.
Escena III:
Nota en el diario La Prensa 7 de septiembre de 1897
Las heridas de los duelistas: El incidente producido entre los doctores Hipólito Yrigoyen y Lisandro de la Torre, con motivo de los cargos que éste formuló en contra del primero en la renuncia presentada a la Convención del Partido Radical, tuvo ayer su desenlace en el terreno del honor.
Ningún resultado dio la intervención pacifica del doctor Bernardo de Irigoyen y señor Leonardo Pereyra, quienes al tener noticias de la concertación del duelo, se propusieron evitarlo a toda costa, mediando cerca de los padrinos de uno y otro combatiente, sin conseguir el resultado que anhelaban.
Anteayer, enseguida de tener conocimiento del escrito, origen del lance, el Dr. Hipólito Yrigoyen, resolvió pedir una reparación designando sus representantes. Los señores Alvear y Valle manifestaron que con motivos de los términos, que consideraban ofensivos, de una nota renuncia del Dr. de la Torre, documento que era de dominio público, iban a pedir a nombre del Dr Hipólito Yrigoyen una rectificación completa en su defecto una reparación por las armas. Habiendo tenido como respuesta por parte de Lisandro de la Torre y sus padrinos, los señores Gómez y Rodríguez Larreta una no rectificación, ya que consideraban que este caballero no estaba en el deber de dar explicaciones y que en consecuencia asumía la invitación a duelo.
Habiéndose agotado todos los recursos se concertaron las bases del duelo que se llevó a cabo la tarde de ayer frente a los galpones portuarios Catalinas del Sur. Las heridas desperdigadas en el cuerpo de Lisandro dieron fin al combate a sable. Yrigoyen, con una lesión leve como entendió el médico, reparó su honor y los padrinos —la crema de la dirigencia radical— finalizaron el incidente. “Me ha asestado dos hachazos, lo felicito”, le dijo sonriente De la Torre. Yrigoyen no le respondió.
Nota de Lisandro de la Torre asumiendo su derrota, enviada a sus padrinos.
-Luego del duelo me dirigí hacia mi casa donde mi madre Virginia Paganini se había presentado, viajando desde Rosario al saber que me jugaba la vida. Habiendo sufrido heridas en mi mejilla y perdido mi honor en ese duelo, he decidido marcharme junto con mi madre a mi ciudad natal en busca de nuevos aires. Agradezco fervientemente su lealtad y a la espera de un pronto recuerdo los saludo afectuosamente.
Escena IV
Juzgado de Instrucción en Lo Criminal de la Capital de la República.
Causa contra Yrigoyen, Hipólito; de la Torre, Lisandro; de Alvear, Marcelo Torcuato; Valle, Tomas; Rodríguez Larreta, Carlos; y Gómez, Carlos por el delito de duelo los dos primeros y testigos los otros cuatro. Buenos Aires, 1897.
No hay desvío del libreto mínimo prescripto por la Justicia. A la identificación del interrogado (nombre, apellido, edad, estado civil, nacionalidad, profesión y domicilio legal) prosigue la pregunta que siempre es la misma, con letra y tinta idéntica: “si tiene conocimiento de un duelo efectuado en el día de ayer entre los señores Lisandro de la Torre e Hipólito Yrigoyen, en caso afirmativo cómo tuvo lugar el hecho y quiénes han intervenido en él”
Las respuestas de duelistas y padrinos también lo son. Todos dicen lo mismo, exactamente.
“…que lo que puede declarar respecto a este asunto y de las personas que habían intervenido en él, se haya consignado en las actas que con tal motivo se han labrado y las cuales han sido publicadas en el diario “La Nación” de hoy a que se remite en un todo presenta en este acto un ejemplar del diario y pide se agregue a éste proceso; manifiesta también que debe hacer una salvedad respecto al lugar donde se ha efectuado el lance que según el acta labrada se hace figurar en San Fernando … se llevó en esta Capital próximo a unos galpones en los parajes del puerto cuyo paraje dijo no podría determinar”.
Todos los caballeros enredados en el duelo lo siguen siendo en sus gestos y palabras que despliegan ante el juez. El acta labrada por los padrinos, reproducida en el diario más importante de la Argentina, es el testimonio verdadero. El juez no repregunta ni bucea en los posibles antecedentes penales y morales de los involucrados. Tampoco anhela nuevos testigos cuando, sin duda sabía, hubo público que presenció el enfrentamiento. Es precisamente el acta, agregada al expediente, la que evoca el último gesto que desencadenó el duelo: “Una nota-renuncia del Dr. De la Torre que se ha publicado”.
Todo esto fue llevado a cabo en el lugar más importante, el terreno del honor.
