La autora advierte: Dirigido a aquellas personas que desean dedicarse a esto y no se animan ni se ven capaces; para quienes se dedican y dudan de sí mismos; para los que le temen a la exposición; y para mi versión de niña. Estamos de paso y los miedos entrometidos en nuestras metas también.
Cuando un sujeto decide vincularse a la actuación, automáticamente, identifica, experimenta y toma conciencia de la exhibición ante los demás de su parte más vulnerable, frágil y delicada.
El cuerpo y la mente son atravesados por diversas emociones al momento de salir a proscenio, se genera dentro nuestro un compuesto de placeres, ansiedades, adrenalina, nerviosismo, desafíos y hasta podría decir, que de una pizca de pánico escénico mezclado con felicidad.
Me subí muchas veces a un escenario no creyéndome capaz de darle principio y final a la obra que tanto había ensayado; insegura, temblorosa, con miedo a olvidarme la letra y hacer el ridículo frente a todas las personas presentes; deseando: no tener vergüenza a nada, ni miedos o estar libre de ese calor que me recorría el cuerpo a causa de la exposición y de las luces enfocándome.
Pero, me bajé muchas otras conmovida, aplaudida, valorada, agradecida y satisfecha por la valentía de atravesar mi auto boicot y desconfianza. Y especialmente apasionada, deseando volver a salir a escena inmediatamente.
Doy fe de que no es sencillo creerse uno mismo capaz de actuar, cada uno tiene su camino, sus facilidades y limitaciones, sus inhibiciones o desinhibiciones, su formación, su dicción, su máscara, su corporalidad, su seguridad, su confianza, su historia personal. Pero, también doy fe de que es completamente normal sentirse expuestos, juzgados, observados y de esa forma subestimarse.
Con la experiencia, la práctica, los ensayos y mostrándose, una aprende a ser amiga de su miedo, abraza ese sentimiento de “no voy a poder” y lo transforma en “voy a intentarlo”.
Es un mito “la actriz/el actor no tiene vergüenza a nada”.
Los artistas somos quienes estamos meramente conectados con las emociones, sentimientos y factores externos.
El arte nos significa mucho, nos vulnera. Así que, SÍ, es común sentir vergüenza, es humano.
El teatro va de boca en boca, de persona a persona, de país en país, de continente a continente, de generación en generación, de época en época, de año en año, posee diversas teorías, historias, lugares, pero a todos nos involucra de la misma manera, nos hace parte, nos hace sentir lo mismo y nos respeta como somos.
El teatro nos sugiere métodos pero nos deja ser y hacer lo que queramos.
Este es una copia exacta de la realidad, una mímesis, o no. Nos da un personaje, un texto, y tenemos que accionar, en un tiempo y lugar determinado. Tiene principio, nudo y desenlace o, a veces no. Nos permite vivir otras vidas, meternos en otras historias. El teatro es generoso y es una responsabilidad. Es una experiencia y de las formas más puras de contacto colectivo, no existe teatro sin un par, y es ese par quien también está sujeto a derechos y deberes, por eso se lo protege, se lo cuida, se lo entiende. El deseo de hacer teatro parte de uno, pero el individualismo se diluye, se lleva adelante congeniando, en conjunto. Este es de quienes insistimos llevarlo a lugares donde ya ni se piensa en él.
El arte en general es noble con nosotros, penetra en las fibras más profundas de nuestro cuerpo, se siente en el alma, conmueve, cala cada capa de nuestro corazón, hace temblar de nervios, llorar de felicidad, facilita comunicarnos, incentiva la imaginación y creatividad, estimula la curiosidad, acelera la respiración, tensiona, relaja, enrojece nuestro rostro, hace sudar, eriza la piel, quiebra la voz, consuela, es terapéutico, percibe por los sentidos, ayuda a encontrar respuestas, enseña a no juzgar, nos hace conocernos y conocer a los demás, a ser más empáticos, a compartir, nos hace ser más humanos.
Como decía Sigmund Freud: «La principal función del arte es edificar, reconstruirnos cuando estamos en peligro de derrumbe».
En sencillas palabras, somos proclives a sentir el arte y, cualquier emoción que se nos manifieste es, simplemente, un homólogo a estar vivos.
La cultura, el arte, el teatro con hacedores, voces, cuerpos, conciencia, amor, compromiso, historia, respeto, identidad, público, empatía y fuerza SIEMPRE resiste y resistirá. E inhibirá y dejará sin efecto cualquier amenaza política, económica y/o social.
Gracias por leer hasta acá.
Infinitud a esta capacidad de expresión. Larga vida a la Escuela Provincial de Teatro Y Títeres y, por supuesto, a la Revista TyT.
* Texto visado por las profesoras de «Análisis de Texto y Literatura Dramática III», Carla Rodríguez, y de «Educación Cívica y Legislación Teatral I», Romina Mazzadi Arro. Ambas del 3er año de la Carrera de Tecnicatura en Teatro con Itinerario en Actuación de la Escuela Provincial de Teatro y Títeres N° 5029.