Revista de la Escuela Provincial de Teatro y Títeres de Rosario Nº 5029

¿Qué teatro tenemos que hacer?

Si el teatro es una actividad política y social tenemos que entender que cuando nuestra realidad cambia, la forma de hacer teatro también tiene que hacerlo.


Entonces debemos preguntarnos: ¿Cómo tiene que ser nuestro hacer cuando nuestra sociedad viró desde la pandemia a una visión más individualista? y ¿Qué significa un teatro genuinamente colectivo en estas condiciones?

El teatro que se viene tiene que ser el más fuerte que podamos hacer, y no nos referimos a hacer un arte de choque ni de imágenes impactantes, hablamos de un teatro como arte y como comunidad que tenga la fuerza para sostenerse por su propia cuenta.

Hace mucho que nuestro arte en Rosario se financia con el INT (Instituto Nacional del Teatro), con la plata de los y las artistas que nos vamos a ver entre nosotros y las pocas y valiosísimas personas que deciden ir a vernos exclusivamente como espectadores.

La conclusión es que hace mucho que no estamos pudiendo crecer, que no atraemos nuevo público sino que lo perdemos. Si bien hay contadas excepciones, nuestro colectivo perdió su voluntad expansiva.

Para afrontar esto tenemos que empezar a pensarnos realmente como una comunidad, no sólo ver la producción de nuestros compañeros sino acompañarlos, poner a disposición nuestros conocimientos para fortalecernos y sentirnos y pensarnos como una comunidad, pero principalmente, juntarnos a pensar cómo llegar al público al que ya no llegamos. Hasta acá parece que estamos hablando de una respuesta fácil. El problema lo puede ver cualquiera y toda la solución que se ofrece es juntarnos a pensar sobre la búsqueda de nuevos públicos. No seamos tan inocentes, entremos al problema detrás del problema.

Hablamos de la necesidad de sentir y pensar como una comunidad porque hoy no lo somos. Más allá de los conflictos y de la falta de solidaridad de estos últimos años vamos a citar un ejemplo clave y puntual.

En 2018, el gobierno macrista estaba planeando un recorte brutal al INT en el presupuesto del año siguiente. Esa fue la última vez que hubo un intento de organizarnos por una causa en común. Se llamó a una marcha, desde la plaza Pringles hasta la plaza 25 de Mayo. Fue en mi primer año de la carrera. Éramos pocos, pocos en general y muy muy pocos de la Escuela. Desconozco cuál fue el nivel de organización que se dio detrás de esa marcha, pero pretendamos por un momento que fue perfecto. Si eso es todo lo que tenemos para ofrecer es indudablemente cuestión de tiempo para que nos aplasten.

Y si ahora suponemos que hubo una mala organización detrás, entonces nos van a aplastar ante la imposibilidad de poder juntarnos en el momento más crítico.

Algo tenemos que cambiar. Hay que encontrar un nuevo rumbo organizativo y político. Para buscar este camino colectivo hay algunas cosas que tenemos que jerarquizar:

-Priorizar el quien por encima del que: En un momento de individualismo abrumador es más importante la persona que tengo al lado trabajando con un objetivo similar que la escena, obra, intervención o performance que estoy armando.

-Volver a los grupos teatrales: El teatro rosarino se compone de pequeños y numerosos elencos concertados y unos pocos grupos que todavía resisten a esta época. Estos últimos son lo que debemos reforzar, creando nuevos y abriendo e integrando los viejos.

-Buscar ese público que se nos perdió: Todos sabemos que sin público, nuestro arte no existe, y todos fuimos o tuvimos funciones en la que todo el público eran amigos y familia. Tenemos que recuperar la voluntad expansiva y la flexibilidad en nuestras formas para ser un actor social en nuestra ciudad.

-Calmar los egos: Sabemos que un ego un poco inflado es algo que los actores y las actrices tenemos, queremos ser vistos, queremos protagonizar, y eso está bien sobre el escenario. Pero si queremos poder organizarnos tenemos que calmar nuestros egos y aceptar, escuchar y participar de lo que la comunidad teatral rosarina decida.

Hasta acá nombré numerosos problemas en el colectivo y en los individuos que formamos parte del mismo, pero no quiero terminar sin decir que lo nombro así porque también creo que el teatro rosarino también sabe ser solidario, compañero y valioso. Si no creyera que esto vale la pena y que podemos construir algo mucho más grande, no estaría escribiendo esto ahora.

Escribo para compartirlo con todos ustedes y como un compromiso personal de que voy a hacer todo lo que esté a mi alcance para construir este destino común.

Espero que alguien entre quienes lean esto, sienta el valor y el potencial que tiene nuestro hermoso hacer y los compañeros y compañeras que hacen esto posible, se sienta inspirado y quiera construir un camino colectivo.